Orión apareció una lluviosa y todavía fría mañana junto con su hermano Perseo por la ronda amurallada de la ciudad. Deambulaban juntitos, iban deprisa uno tras otro, sin despistarse, cruzando la carretera y esquivando los coches que no frenaban. Parecía que buscaban, que trataban de encontrar algo o a alguien, quizás el camino de regreso a casa, o el triste rastro de quien miserablemente los abandonó o soltó por no saber cazar.
Estaban cansados, mojados y sedientos, pero sobre todo, deseosos de que alguien se fijara en ellos, que se detuviera un instante y viera el terrible e incierto futuro que los esperaba si nadie los ayudaba.
Y la verdad que no costó mucho, nos acercamos despacito y tranquilos, nos agachamos y los llamamos suavemente y primero fue Orión el que corriendo y alegremente vino hacia nosotros, y con su mirada sincera y profunda le dijo a su hermano Perseo, algo más tímido, que estuviera tranquilo, que viniera junto a él, que no los íbamos a hacer daño, que estaban salvados.
Y esta es la historia de Orión, cuyo carácter sociable y sereno es imposible que sea mejor, al igual que su delicadeza y cariño.
Sencillamente, mejor que este gran perro, imposible...
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ANUNCIO PUBLICADO POR: Protectora Huellas. De Avila